
En la medida en que se consolidaban las instituciones liberales, se hacían más notorio que era la condición del individuo la que interesaba reforzar. Sus derechos se colocaban por encima de los que tenían las corporaciones.
Los privilegios de los que gozaban instituciones corporativas como la Iglesia y el Ejército, o los que habían obtenido agrupaciones como las de los comerciantes, fueron quedando atrás.
Se esperaba que las leyes respaldaran a los individuos a los individuos para que ejercieran su capacidad política, económica, educativa y religiosa con la mayor libertad; sin depender de ningún organismo o sector de la sociedad que

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